ARISTÓTELES: ÉTICA DE LA VIRTUD
Definición de virtud
Aristóteles define la virtud como la excelencia (areté), interpretada ésta, siguiendo los principios de su Física y Metafísica, no como una pasión, sino como una acción. De esta forma la virtud es la acción más apropiada a la naturaleza de cada ser; el acto más conforme con su esencia. Esta acción propia de cada ser que es la virtud, es también el bien propio de cada ser. En el hombre, por tanto, la virtud es la excelencia de su parte esencial que es el alma.
Ahora bien, habiendo dos partes en el alma, así también habrá dos tipos de virtudes. Las virtudes éticas, correspondientes a la parte irracional del alma, y las virtudes dianoéticas correspondientes a la parte racional del alma. Pero la parte irracional del alma debe seguir los dictados de la parte racional, luego las virtudes éticas responden en su excelencia al comportamiento guiado por la parte racional del alma.
Virtudes éticas
El libro II de la Ética a Nicómaco, define la virtud ética: «la virtud es una disposición adquirida de la voluntad, consistente en un justo medio relativo a nosotros, el cual está determinado por la regulación recta y tal como lo determinaría el hombre prudente.»
Por tanto, la virtud ética es un hábito, no un don de la naturaleza, y así mismo, se niega con ello la posibilidad defendida por los socráticos de que la virtud moral pueda ser susceptible de una elaboración científica. Con ello, Aristóteles pretende señalar el papel que las pasiones juegan en la realización de una vida virtuosa, pues muchas veces estas pasiones la obstaculizan, aun a sabiendas de que no es lo mejor. La moralidad por tanto, no pertenece únicamente al orden del logos, sino también a la pasión y a las costumbres (ethos en griego, de donde proviene la palabra ética). Diríamos que la moral requiere, por tanto, de una educación, fundamentalmente mediante el ejemplo, que tenga como principal objetivo introducir la razón en las costumbres de manera duradera, elaborando una serie de hábitos adecuados.
La virtud es la racionalización de la parte irracional del alma, su «domesticación». Pero siendo el criterio la elaboración de una «regla recta», cabe decir que la racionalidad a la que apela Aristóteles aquí es una racionalidad prudencial. Este conocimiento práctico, está condicionado por el criterio de la eficacia y del ensayo-error, de ahí que se organice en torno a normas determinadas por el hábito y la costumbre, y que su criterio de verdad corresponda exclusivamente con la experiencia pasada. Por ello, apela Aristóteles para representar su concepto de virtud moral precisamente a la autoridad del hombre prudente; del hombre «phrónimos». La autoridad es estrictamente ejemplar. Aristóteles está convencido de que ningún sistema moral puede reemplazar entonces al consejo del hombre prudente.