Condiciones de la acción humana
La acción humana y los sentimientos
Así como en el ámbito tangible o corporal se descubren en la persona unas tendencias sensoriales, una inclinación a captar y percibir lo que impresiona a los sentidos externos (sensaciones) e internos (percepciones).
En el nivel intermedio que se ha denominado afectividad, y que se encuentra entre lo material y lo inmaterial, entre lo corporal y lo psicológico, aparecen en el ser humano otras inclinaciones que por ser distintas a las sensoriales pueden ser denominadas como tendencias sensibles o sentimientos, que implican atracción, inclinación o repulsa hacia lo agradable o desagradable en el plano subjetivo, y que suelen influir en conducta.
La acción humana y sus elementos constitutivos
Como se ha visto, los sentimientos son importantes por la indudable influencia que tienen en el comportamiento. Los sentimientos pueden ir a favor o en contra del querer de la voluntad y, por tanto, facilitar o dificultar las acciones libres. Pero el dominio sobre los sentimientos por parte de la voluntad y la razón no está asegurado. Aristóteles habla de un «domino despótico» de la voluntad sobre la musculatura, sobre lo corporal, para distinguirlo de un «dominio político» de la razón sobre los sentimientos, para referirse al hecho evidente de que no tenemos el mismo dominio sobre nuestros sentimientos que sobre el movimiento de la mano.
Aristóteles utiliza la analogía del ciudadano libre al que se le puede enseñar a actuar en pro del bien de la ciudad, pero que necesita aprender y que de vez en cuando reacciona a su aire. Para Platón ésta es una de las características de la afectividad, que compara al gato doméstico, al que hay que amaestrar, pero que puede revolverse. El dominio voluntario sobre los sentimientos es indirecto, a través de él, la intimidad racional educa las tendencias, las modula según sus criterios.
La acción humana y su análisis ético
Por lo que se ha expuesto, para ser completo, el juicio ético de una acción, debería considerar la decisión en sí, la intención que la motiva, las circunstancias que la rodean y las consecuencias que ésta provoca. Los dos primeros elementos estaban presentes en la descripción del proceso de toma de decisiones que se hizo al comienzo del capítulo, pues la intención, o el fin que se persigue, es lo propio del diagnóstico y diseño de alternativas, mientras que la elección de una alternativa y su puesta en práctica constituye el objeto de la acción, o la decisión en sí.
En cuanto a las «circunstancias», se daban por supuestas en todas las fases del proceso de toma de decisiones que fue descrito, y no se hicieron explícitas. Del mismo modo, las «consecuencias» fueron obviadas en la descripción del proceso, pero no habría sido posible hablar de una etapa de «revisión» de la decisión si de ésta no se hubieran derivado unos resultados o consecuencias.